Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, Seguridad mía desde mi juventud. En ti he sido sustentado desde el vientre; De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; De ti será siempre mi alabanza. Salmos 71:5-6 RVR1960
Queridos amigos, que hermoso poder expresar lo mismo que el salmista: Dios mío tú estuviste conmigo desde mi juventud.
Lo que muchos no podemos decir a la par es: Dios mío yo estuve contigo desde mi juventud.
Personalmente puedo decir no haber estado con Dios durante gran parte de mi vida. Él se me reveló no hace mucho y mi anhelo por vivir para Él también es de relativa corta data.
Sin embargo, tengo la certeza que Él estaba ahí, incluso en mis momentos de peor rebelión. Pero con total seguridad, cada vez más, me hacía objeto de su ira. Ira merecida a través de la perfecta justicia de Dios.
Puedo asegurar que no fui su amigo, es más, fui su enemigo porque atacaba constantemente su santidad con mi maldad (pecado).
No reconocía que Él es el creador de todo porque estaba cegado por el evolucionismo, que, a pesar de ser una necia teoría, la tomaba como verdad.
Un buen día fui bendecido con la gracia de Dios, yo no sé por qué me escogió a mi, sólo sé que no lo mereceré jamás.
En la misericordia del Dios Padre el Espíritu Santo me llevó a creer en mi corazón en Jesucristo y a declarar con mi propia boca, que Él es mi Señor y salvador.
No me convertí por repetir la oración de fe, sino porque el Dios soberano así lo quiso.
A partir de ese momento entendí que fui sustentado por Dios desde el vientre de mi madre.
Alabaré su santidad, su misericordia, su bondad, su gracia, su justicia, su paciencia y su amor. Viviré en la eternidad alabándole.
Que el Espíritu Santo pueda obrar en sus corazones, es mi más grande anhelo.