Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud. Jeremías 31:19 RVR1960
Queridos amigos, hasta que Dios obró sobre mí, recordaba los días de mi juventud como días gloriosos, bien vividos, llenos de diversión.
El famoso “disfruta mientras puedas” y el “solo se vive una vez” eran parte de mi filosofía de vida sin Dios. Mi diario vivir estaba dividido entre el tiempo dedicado a mis deberes, que trataba de minimizar, y el tiempo dedicado al buen pasar, sobre el cual se centraba mi mayor atención.
El mundo era atractivo y muy divertido, poco o nada veía en él que me pudiera repeler. Habría sido de retrógradas rechazar los avances modernos del amor libre y la fornicación socialmente permisible, los aceptables desenfrenos del cine hechos para ser emulados, las parrandas con los amigos, los juegos de seducción y los posteriores desamores con el dicho de por medio de “un clavo saca a otro clavo”.
Bajo el lema de que “hay que probar para saber” especialmente los jóvenes justifican actos que no se deberían realizar. Es bastante obvio que no hay que salir a robar para saber que robar es malo. Eso lo sabemos porque Dios ha sembrado un sentido moral en nosotros. Y cuando robamos, a pesar de saber que es malo, sentimos una suerte de placer, que no es otra cosa que nuestra maldad en acción a causa de la caída del hombre.
Como para rematar está el pensamiento moderno, como parte de la filosofía relativista del mundo, que “ningún extremo es bueno”. Es bueno adorar a Dios, pero, por favor, no tanto. Es bueno beberse unos alcoholes, pero no tan seguido. No es malo tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, pero con responsabilidad. Sigue a tu corazón en lo que te apasiona, pero sin exagerar. Y así un sin fin de enunciados de que puedes hacer prácticamente todo, pero sin irte ni a un extremo ni al otro.
Como esta visión filosófica está ampliamente aceptada, también por los adultos, los jóvenes se sustentan en ella para incluir actividades, que sin exageración no serían malas. Y cómo aproveché de la cultura del mundo.
Obrando la misericordia y gracia bendita de Dios para ser munido de fe a fin de aceptar a Jesucristo como Señor y salvador y la posterior obra del Espíritu Santo regenerando mi espíritu, fue el despertar para observar mi vida en retrospectiva, no para decir “me aparté de Dios”, sino para darme cuenta que nunca había querido estar con Él! Sin su llamado nunca me habría acercado a Él y continuaría viviendo “feliz” en el mundo de mis concupiscencias.
Cuando vislumbré la dimensión de mi pecado caí rendido a los pies de Jesucristo, no se por qué no me di golpes por mi gran estupidez, pero estuve profundamente avergonzado y aún hoy siento vergüenza ante mi Señor por mi cuantiosa afrenta para con Él, recordando todo lo que hice en mi juventud y en mis años posteriores.
En contraste a la vida del verdadero convertido el pueblo de Israel se presentó una vez más como arrepintiéndose de verdad, sabemos que hubo una serie de situaciones en su historia donde decían arrepentirse, pero solo era por un tiempo.
Sin embargo Dios siempre muestra más paciencia y misericordia que juicio, y sacó al remanente de su pueblo del exilio babilónico, que fue causado precisamente por su falta de obediencia y alejamiento de Dios. De ahí las palabras de arrepentimiento, que dicen que después de haberse apartado de Dios tuvieron remordimiento y se golpearon por haber sido tan necios, además de estar muy avergonzados de lo que habían hecho en tiempos anteriores.
El arrepentimiento comienza por darse cuenta de la dimensión y el significado del pecado, entendiendo que se trata de una tremenda agresión a la santidad del Creador de todas las cosas. Cuando se comprende que el pecado representa una transgresión que merece juicio y castigo, y que por misericordia y gracia la cruz de Cristo se hace efectiva para el pecador, queda solo clamar un GRACIAS infinito al Rey de reyes y Señor de señores.
Les deseo un día muy bendecido.